miércoles, 2 de junio de 2010

Este es nuestro gran plantel

Al estilo de presentación de un equipo de cualquier deporte, se presentará a continuación a los integrantes del “plantel” de El Pobre Luis, desde aquellos que hacen que la comida llegue a las mesas de los clientes con la mayor eficacia posible, hasta los que no suelen verse tanto en las inmediaciones debido a su sector de trabajo, pero que también son artífices de la gran labor colectiva que se lleva a cabo en el local.
Dividido en tres salones distintos donde la gente puede optar para sentarse, los mozos de cada uno de ellos tienen sus plazas establecidas. En el sector fumador se encuentran Gonzalo, Walter y Marcelo. A los dos últimos se los conoce más por sus apodos: “Wally”, para facilitar la pronunciación, y el “Gurí”, por su orígen uruguayo, respectivamente.
Bajando las escaleras y en el salón que más se ve si se circula por Blanco Encalada, se ubican un nuevo integrante uruguayo, Jorge -cuyo sobrenombre es “Canario”, ligado a su ciudad de nacimiento- y Sergio, el “Negro”, uno de los mas nuevos que supo ganarse su puesto para los ojos del dueño. Finalmente, la última plaza por describir será la que los empleados conocen como “el patio”, no por encontrarse en un sitio descubierto ni mucho menos, sino por ser el salón donde se suelen quedar las personas hasta muy tarde, por su cercanía a la cocina, a la parrilla y a la caja, a diferencia del resto, que se suelen vaciar un rato antes. Nuevamente se encuentra a Sergio, en este caso uno mucho más menudito que al que se nombró anteriormente, uno de los más nuevos también, que comparte su lugar con Adrián, nombre que muchos desconocen ya que todos le dicen Tatú, el showman de la casa.
Cambiando de rubro, pegado a las brasas y al calor de la parrilla trabajan Beto y Fabián. El primero compartió muchos años al lado de Luis –el dueño- en la parrilla, pero cuando este decidió alejarse un poco de esta sufrida labor para dedicarse más a relacionarse con la clientela, Piñón se convirtió en su aprendiz y sucesor, y son a ellos dos a quienes la gente les hace todas las preguntas que tengan que ver con las carnes que se venden en el local.
Detrás de los fierros de la parrilla, la cocina. En ésta se mueven seis muchachos que, aunque la gente mucho no los conoce por el puesto en el que están, participan en el elaborado de las comidas y la limpieza de los elementos para cenar. Fausto y Anchi se encargan de que los cubiertos, las copas y los vasos estén listos para ser usados, como así también de preparar los cafés que les piden los mozos. Santos o Bimbo, como se lo conoce por su vestimenta blanca y su gorro de cocinero que lo hacen parecer al oso de la famosa marca de panes, es quien se encarga de elaborar muchos de los postres -entre ellos los fantásticos panqueques quemados al rhum- y que además, junto a Darío, preparan las ensaladas que rápidamente “marchan” a los salones. Por último, Libra es quien se encarga específicamente de freír las papas o batatas fritas, ya sean españolas, a la provenzal o con cebolla, y Juan de hacer las tortillas, como también de ayudar a los parrilleros anteriormente señalados.
En la parte de los números, o más sencillamente, en la caja, Alan es el que se encuentra sentado en el mostrador adicionando y cobrando a todas las mesas, desde las 20 hasta que el clima se tranquilice y la mayor cantidad de gente se haya ido del local. La misma función durante las últimas horas la cumple Gabriel, conocido por todos como el Oso, pero que cuando no está de cajero hace las veces de comis: limpia las mesas y las rearma para que la gente anotada en la lista de espera pueda sentarse, además de ser una segunda opción para los mozos. El último puesto a nombrar lo ocupa Liber. Él es la cara visible del restaurant, ya que es nada más ni nada menos que el recepcionista. Como es la primer imagen que recibe la gente al entrar, todos los días viene vestido de manera muy elegante y con una mezcla de tono formal con algo de barrio –lo que genera confianza- ubica a los clientes en sus mezas y charla sin problemas con todos los que deben esperar.
He aquí, ¡los 18 del Pobre Luis!

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